A lo largo de su publicación, Diálogo de la Lengua ofreció un amplísimo caudal de poemas inéditos, entregados por sus autores para esta primera publicación. La mayoría fue luego incluida en otros libros pero el conjunto viene a representar una singular antología de poetas y poemas españoles contemporáneos, que aquí se ofrecen relacionados alfabéticamente siguiendo por orden los nombres de sus autores..
De qué te sirvió la arena del desierto?
De qué te sirvieron las largas noches en vela
frente al fuego, contemplando las ánforas vacías
de tu vida, sin agua en que limpiar
las sales cenagosas de tus labios?
Debiste pensarlo mejor.
Recuerdo bien, Josué, el brillo de tus ojos,
cuando al tercer día bajaron de los montes
los jóvenes muchachos que enviaste
a la ciudad, y dejaron caer sobre tu alfombra
el rumor interminable de sus huertos
y la rama de oloroso terebinto que traían para ti
como un puñal dorado colgada en su cintura.
Era tanto el ardor, Josué, tan larga fue la seca travesía?
Y todo lo olvidaste.
Y ya no te valieron
las aguas desbordadas del Jordán
que tus piernas cansadas rozaban con sus cantos:
era demasiada la pasión
que los vientos del este abandonaron
en las cuevas donde yacen las leonas:
querías entero el mar, todo el mar, el mar entero,
para arrojarte a él,
para flotar en él,
para hundir en él tus crisantemos rojos.
Y miraste a la noche,
porque querías tan sólo que la noche
cubriera tu estupor y te entregara
el secreto de su música para encerrarla luego
en las trompetas, en las cuernas de millones de carneros.
Debiste pensarlo mejor:
yo te recuerdo, Josué, mi pequeño amigo tonto,
levantando tus brazos desnudos hacia el cielo
y ordenando a los De qué te sirvió la arena del desierto?
De qué te sirvieron las largas noches en vela
frente al fuego, contemplando las ánforas vacías
de tu vida, sin agua en que limpiar
las sales cenagosas de tus labios?
Debiste pensarlo mejor.
Recuerdo bien, Josué, el brillo de tus ojos,
cuando al tercer día bajaron de los montes
los jóvenes muchachos que enviaste
a la ciudad, y dejaron caer sobre tu alfombra
el rumor interminable de sus huertos
y la rama de oloroso terebinto que traían para ti
como un puñal dorado colgada en su cintura.
Era tanto el ardor, Josué, tan larga fue la seca travesía?
Y todo lo olvidaste.
Y ya no te valieron
las aguas desbordadas del Jordán
que tus piernas cansadas rozaban con sus cantos:
era demasiada la pasión
que los vientos del este abandonaron
en las cuevas donde yacen las leonas:
querías entero el mar, todo el mar, el mar entero,
para arrojarte a él,
para flotar en él,
para hundir en él tus crisantemos rojos.
Y miraste a la noche,
porque querías tan sólo que la noche
cubriera tu estupor y te entregara
el secreto de su música para encerrarla luego
en las trompetas, en las cuernas de millones de carneros.
Debiste pensarlo mejor:
yo te recuerdo, Josué, mi pequeño amigo tonto,
levantando tus brazos desnudos hacia el cielo
y ordenando a los ángeles caer
sobre las sólidas murallas de la ciudad que amaste.
¿Y todo para qué?
Ganaste una ciudad,
mas lo que viste detrás de los muros derribados
no eran los fresquísimos jardines de su corazón
sino un río devastado a los pies de tu corcel,
una túnica en el barro,
y el enorme y vacío rumor de tu silencio….ángeles caer
sobre las sólidas murallas de la ciudad que amaste.
¿Y todo para qué?
Ganaste una ciudad,
mas lo que viste detrás de los muros derribados
no eran los fresquísimos jardines de su corazón
sino un río devastado a los pies de tu corcel,
una túnica en el barro,
y el enorme y vacío rumor de tu silencio….